domingo, 28 de octubre de 2012

Creemos realmente…

Todos vamos a morir. Eso es inevitable, pues una vez nacemos solo es cuestión de tiempo. Si no ocurre un accidente o una enfermedad antes de tiempo, unos a los setenta, los más fuertes a los 80 y habrán sus excepciones.

Pero qué ocurre con los que tienen una condición terminal, que han sido desechados por la ciencia médica. Solo dependen de un milagro de Dios. Los milagros solo son una prolongación de la vida, bajo mejores condiciones. “Dios quiere que estemos bien”, “Mas yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas…” – Jeremías 30:17

Hoy día,  muchos de los líderes religiosos no creen realmente en que éstos pueden ser sanados, se fijan solo en las estadísticas o experiencias con otros enfermos, pues aunque tenían fe y eran buenos siervos de Dios, no pudieron escapar de la muerte.

Es triste cuando vemos cristianos, que dicen tener fe y creer en los milagros de la Biblia, pero no son capaces de ejercer esa fe y en nombre del Cristo que predican ofrecer sanidad como lo hacían en los tiempos de Jesús. Entonces recurren a señalar que es por causas del enfermo, que no tiene fe o porque ya su mal está muy adelantado, o es muy viejo, o no es la voluntad de Dios.

Pero nosotros, los cristianos que asistimos regularmente a la iglesia,  no somos diferentes. Cada domingo llegamos a la iglesia cargando un saco de peticiones, problemas y asuntos que pedimos a Dios nos ayude a solucionar,  pero al salir lo recogemos y regresamos a nuestro hogar con el saco lleno de las mismas situaciones.

Pedro pidió a Jesús le permitiera caminar sobre el agua y lo pudo realizar mientras mantuvo su mirada puesta en Jesús, una vez la quito, se hundió. Así nos pasa a todos, creemos que Jesús nos puede ayudar pero cuando recibimos la ayuda, quitamos la mirada de Jesús y nos volvemos a hundir.

¿Cuánto tiempo duraríamos en la jaula de los leones donde estuvo Daniel?  o ¿en el horno de fuego de los tres jóvenes hebreos?

Si creemos, creemos y punto. Llevando todas nuestras peticiones ante el Señor en oración y suplica. Filipenses 4:6; "Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias."

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